martes, 12 de enero de 2010

Una cosa es fomentar la seguridad y otra bien diferente es fomentar el histerismo colectivo


Yo no es que esté contra las medidas de seguridad en un aeropuerto (o en cualquier otro lugar público) en el momento de subir a un avión. Pues, desgraciadamente, hay mucho “malaje” suelto. Que me tienen que revisar el equipaje completito? Correcto. Ahora dicen que nos harán pasar por escáneres personales y que cada maquinita valdrá 100.000 dólares (felicidades a la empresa que se consiguió el contrato ¿del primo hermano de quien es?), Aunque ya puestos, no estaría de más si el resultado de este escaneo también sirviera para ver si tenemos alguna anomalía en el cuerpo, llámese piedrecita en un riñón o un trombo circulando por nuestras venas. ¿No es por nuestra seguridad?, pues asegurémosnos por completo.

Pero cuando se llega a ciertos grados de obsesión por ello, la cosa ya no solo resulta propiciatoria para el histerismo colectivo sino ridícula y un atentando a la privacidad. Fíjaros en lo que hicieron los eslovenos: Decidieron probar sus medidas de seguridad colocando artefactos de todo tipo en 8 inocentes viajeros. Y ya fuera el perrito rastreador como los diferentes medios técnicos, encontraron 7 antes de subir al avión. Pero ayyy hubo un pasajero con destino a Irlanda al cual no supieron detectarle nada en el equipaje en el momento de la partida, pero sí en el momento de la llegada. Y ya podeis imaginaros los desagradables momentos en que se vio envuelto este buen señor, hasta que por fin los eslovenos se comunicaron con la policía irlandesa para deshacer el entuerto.

Asimismo, un aeropuerto de EEUU quedó bloqueado hasta averiguar qué substancia altamente peligrosa podían contener 4 botecitos. Hasta que se supo que eran de pura miel. Caramba, hasta ahora era de todos conocido que las abejas podían crearnos trastornos bien dolorosos e incluso obligarnos a acudir a urgencias (en caso de alergia) a consecuencia de sus picaduras, pero nunca pensé que fueran unas terroristas en potencia.

Y, a fin de cuentas, por muchas medidas que se tomen “a nuestro favor”, si nos ha de tocar ser víctimas de cualquier barbarie, nos tocará sin remedio. De eso sabemos bastante los españolitos de a pie, tras largo tiempo compaginando nuestras vidas con las amenazas etarras, así como el brutal atentado provocado por células islamitas, en el metro de Madrid, y aunque no niego que los días posteriores a él todos andábamos con el miedo en el cuerpo no había de otra que agarrar este medio de transporte para acudir a nuestros quehaceres diarios. La vida continua y hay que enfrentarla tal como viene.

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