martes, 26 de octubre de 2010

Lindo y querido

"Desayunar chilaquiles rojos. O verdes, con pollo y un huevo frito encima. Recorrer un Zócalo invadido de libros y lectores. Encontrarme con amigos viejos y buenos, siempre cercanos, a despecho del Atlántico. Pasear por Coyoacán, por San Ángel, aunque el atasco dure más que el paseo. Comer jalapeños hasta enchilarme y dejar de sentir la punta de la nariz. Trasnochar y tequilear en Garibaldi, cantando a José Alfredo con un mariachi y, por la mañana, viajar a Michoacán, para rendirme a la deslubramente belleza de Morelia.

Todo esto he hecho en la semana que llevo en México. Ser tan feliz como siempre y, además, intentar comprender. Lo primero implica que esta tierra hermosísima, intensa y acogedora, no es el infierno dantesco, incondicional, que abre los telenotícias. Y sin embargo, la violencia que no veo, existe, arrasa, amenaza a un país que no se merece lo que le está pasando.

Hillary Clinton ha lanzado un mensaje apocalíptico, comparando la situación con los peores tiempos de Colombia, pero no le ha contado al mundo que los narcos mexicanos se abastecen en las más de 6.000 armerias que su Gobierno consiente al borde de los puestos fronterizos, por los que, a su vez, pasa la droga que consumen los norteamericanos.

Calderón ha declarado una guerra que se ha cobrado ya más de 20.000 muertos pero, a pesar de esta monstruosa cifra, parece que tampoco afecta a todos los carteles por igual. El de Sinaloa pierde de vez en cuando traficantes de poca monta. Los peces gordos del cartel de Tamaulipas han ido cayendo, a cambio, uno tras otro, sin que nadie acierte a explicarse esta curiosa asimetria. En cualquier caso, gane quien gane, esta guerra la perderan los mexicanos. Evitarlo sería tan fácil como legalizar el consumo. La peor violencia, la amenaza más oscura, es que ningún lider político se atreve a proponerlo siquiera."

Artículo de Almudena Grandes, publicado el 25 de octubre de 2010

domingo, 17 de octubre de 2010

Fuera de la mina...

Con un poco de retraso, sirva este escrito para mostrar mi alegría por los 33 mineros rescatados de las profundidades terrenales, pero ahora tras el mediático show organizado durante esta maniobra, medio mundo se anda preguntando ¿deberán ser rescatados de esos que pretenden llevarlos de acá para allá como monstruos de feria?

A mí el presidente chileno me dio un poquito de repelús. Bien estaba que estuviera cercano a la mina para darles la bienvenida, pero ¿tenía que estar allí en medio cual maestro de ceremonias de un circo? ¡¡qué manera de chupar cámara!!

Y también hay que reprochar la impunidad con que actuaban los medios de comunicación. Si, perfecto que todos viéramos como la cápsula iba subiendo y con ella, la salvación de un minero, pero se tenía que enfocar con detalle el momento de abrazar al ser querido que le estaba aguardando? Era un momento íntimo, personal, no un reality show de esos, pues ni ellos ni sus familias quisieron participar en él. Para ganar audiencia no todo vale. Pero por suerte de nosotros dependía ver o no ver esa escena, o sea apartar los ojos del tv en señal de respeto.

Sirvan también estas líneas para homenajear a otros tantos mineros así como a trabajadores de otras profesiones tan duras, peligrosas y mal remuneradas. Solo nos acordamos de ellos cuando sucede una catástrofe, y, a veces ni eso, todo depende del número de personas implicadas en ella. Siendo que realmente es tan valiosa la vida de un solo minero, en este caso, como la de 33.

Y esto me recuerda el día en que el informador de tráfico de la tv local dijo más o menos: hoy ha sido un fin de semana perfecto, no ha habido la usual cantidad de muertos, solo uno. Y yo en aquel momento no pude dejar de pensar ¿y de eso nos hemos de congratular? Pobrecito al que le haya tocado esta suerte y a sus familiares y amigos.

Así las cosas, cuando al día siguiente fui a trabajar, me encontré en uno de los pasillos de la oficina a una compañera con los ojos llenos de lágrimas. ¿Qué te ha pasado? Me acaban de llamar por teléfono para decirme que mi mejor amiga murió ayer en un accidente de tráfico.

martes, 12 de octubre de 2010

La gata parda

Aquella mañana de abril, L.A. creyó que un rayo lo había partido en dos, sintió sobremanera cómo su absoluta anatomía se derrumbaba bifurcada...

Andrés le diría meses después: Jódete L.A. eres un poeta maricón, a las mujeres les gustan los hombres rudos no los poetas maricones como tú, déjate de cojudeces y cógete una hembra!

L.A. demoró años en comprender todo el contexto de aquella truculenta frase...

La manera en la que Andrés actuaba y sus dotes de embaucador empedernido...

Algunos girasoles bordeaban la rivera y Alessandra por esos días cortaba margaritas mientras el jilguero de pecho amarillo apretaba en su pico la lombriz del día

Un viento suave acariciaba la yerba ... y los gallinazos se caían en embestidas sobre los polluelos.

A lo lejos... tras las montañas, el sol nacía en su irrefrenable tarea.

Una gata parda preñada anunciaba con su dolor la llegada de nueva vida, y el agua del río reventaba allá abajo en blancura de espuma..

L.A. sospechaba que las tardes extintas de aquellos meses serían las más hermosas de toda su inútil existencia.

Alessandra vestida de blanco y su cabello rizado caía por sus hombros, miraba la naturaleza con ojos tiernos y su pestañear era romanticismo puro.

L.A. la miró cantar y sus labios dibujaban la sonrisa del amor... el deseo incomprensible de la adolescencia.

Iba descalza... y sus pies blancos parecían hacerla flotar sobre el camote y las flores de guanabana.

Una salamandra se detuvo sobre una roca gris, en el cielo unos loros reventaban el silencio y L.A. enamorado para siempre

La gata parda corrió y se escondió en unos matorrales... maullaba.

Autor: Luis Arturo
 
Gracias L.A. por permitirme publicar este bello texto.