martes, 12 de octubre de 2010

La gata parda

Aquella mañana de abril, L.A. creyó que un rayo lo había partido en dos, sintió sobremanera cómo su absoluta anatomía se derrumbaba bifurcada...

Andrés le diría meses después: Jódete L.A. eres un poeta maricón, a las mujeres les gustan los hombres rudos no los poetas maricones como tú, déjate de cojudeces y cógete una hembra!

L.A. demoró años en comprender todo el contexto de aquella truculenta frase...

La manera en la que Andrés actuaba y sus dotes de embaucador empedernido...

Algunos girasoles bordeaban la rivera y Alessandra por esos días cortaba margaritas mientras el jilguero de pecho amarillo apretaba en su pico la lombriz del día

Un viento suave acariciaba la yerba ... y los gallinazos se caían en embestidas sobre los polluelos.

A lo lejos... tras las montañas, el sol nacía en su irrefrenable tarea.

Una gata parda preñada anunciaba con su dolor la llegada de nueva vida, y el agua del río reventaba allá abajo en blancura de espuma..

L.A. sospechaba que las tardes extintas de aquellos meses serían las más hermosas de toda su inútil existencia.

Alessandra vestida de blanco y su cabello rizado caía por sus hombros, miraba la naturaleza con ojos tiernos y su pestañear era romanticismo puro.

L.A. la miró cantar y sus labios dibujaban la sonrisa del amor... el deseo incomprensible de la adolescencia.

Iba descalza... y sus pies blancos parecían hacerla flotar sobre el camote y las flores de guanabana.

Una salamandra se detuvo sobre una roca gris, en el cielo unos loros reventaban el silencio y L.A. enamorado para siempre

La gata parda corrió y se escondió en unos matorrales... maullaba.

Autor: Luis Arturo
 
Gracias L.A. por permitirme publicar este bello texto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Impresionante, me gusta